Hemos sumado suficientes décadas de consumir productos audiovisuales en el cine y la televisión. Hay pantallas por todos lados; incluso, llevamos una con nosotros a todas partes. Existe saturación de contenidos que pueden experimentarse solo con la vista y el oído.
Según un estudio publicado por Calvert y Pathak, las personas recibimos un promedio de 200 mensajes publicitarios visuales al día, de tal manera que ya no respondemos de la misma manera a este tipo de estímulo, nos acostumbramos. La audiencia quiere otra cosa: busca el estímulo de todos sus sentidos: tocar, oler, saborear y que lo vivido se convierta en lo sentido, para tener experiencias significativas imborrables.
Cuando se lleva al usuario a situaciones en las que puede “vivir” una historia, una marca, un producto o un proceso (de compra, por ejemplo), hablamos de experiencias inmersivas, una respuesta del marketing para la exigente y difícil de complacer audiencia actual.
Es verdad que estas estrategias pueden resultar más costosas que las tradicionales e, incluso, con niveles de complejidad altos para lograr los resultados esperados. No obstante, una experiencia inmersiva bien implementada, puede alcanzar objetivos útiles y ambiciosos para el crecimiento, el posicionamiento, la recordación y la fidelización de la marca.
Algunas técnicas que ayudan a potenciar las estrategias de inmersión son:
- Realidad virtual
- Realidad aumentada
- Realidad mixta
- Recorridos 360°
- Hologramas
- Marketing olfativo